Vivimos en un mundo que mira más hacia fuera que hacia dentro. Nos infravaloramos, y bus-camos fuera aquello que nos hará felices, sin darnos cuenta que la felicidad debemos encon-trarla en nosotros mismos.
Buscamos la aceptación y el reconocimiento de los demás, perdiendo de vista que son nues-tro propio reconocimiento y valoración los realmente importantes.
Buscamos distraer nuestra mente con cosas intrascendentes, para evitar sentir lo que nues-tro corazón nos muestra.
Buscamos un enemigo externo, para evitar hacernos conscientes que nuestra mayor amena-za somos nosotros mismos.
Vivimos en un mundo en el que hay mucho más de lo que vemos. Nuestros cinco sentidos nos permiten percibir tan solo una pequeña parte de la realidad energética que nos envuel-ve. En cambio, en este mundo occidental en que vivimos, se nos intenta convencer desde pequeños de que lo único que existe es lo que percibimos por nuestros ojos, y la ciencia puede demostrar.
Buscamos con ahínco la seguridad material, olvidando que lo “invisible” está de ese modo fuera de nuestro control.
Vivimos en un mundo donde la razón y la ciencia han sido sobrevaloradas, olvidando que los propios científicos trabajan incesantemente para demostrar que la ciencia estaba equivocada o se quedaba corta. Cerramos de este modo los ojos ante la realidad de que todas las investi-gaciones científicas buscan demostrar cosas que hasta el momento no han sido demostradas científicamente, pero que realmente siempre han existido.
Este modo de vivir hacia fuera nos conduce a crear una realidad interna carente de poder. La mayoría de personas han renunciado a controlar y dirigir su vida, convirtiéndose en víctimas de las creencias colectivas que “la sociedad” ha generado, o de la manipulación que interesa-damente conviene a unos cuantos.
La el miedo, la inseguridad, el estrés, la apatía o la insatisfacción se han convertido en las emociones que dirigen la vida de muchos de nosotros, con el perjuicio a nivel físico, mental y emocional que eso conlleva.
Afortunadamente, nada de todo esto es definitivo. La experiencia nos ha demostrado que todos, sin excepción, tenemos la capacidad de cambiar nuestra vida cuando lo deseemos.
Nuestras creencias no son definitivas, como tampoco lo son las demás memorias que vamos interiorizando, incluidos los traumas y bloqueos emocionales que generamos frecuentemen-te a lo largo de nuestra vida. De hecho, tanto de forma espontánea como de forma conscien-temente controlada podemos cambiar todas nuestras memorias para vivir de un modo to-talmente distinto.
Cada uno de nosotros tenemos el poder de decidir cómo vivimos nuestra propia vida y, de hecho, consciente o inconscientemente hacemos uso de ese poder. Mi recomendación per-sonal es usar ese poder de forma cien por cien consciente.
Ricardo Eiriz