Recientemente un amigo ha partido. El recorrido de Jorge en esta vida ha llegado a su fin y quiénes aquí quedamos lo echamos de menos.
Por supuesto, no es algo nuevo ni extraordinario, ya que cada día fallecen en el mundo más de 150.000 personas, y por supuesto ninguno dejaremos de “vivir esa experiencia”. De hecho, lo normal es haber experimentado la perdida de algún ser querido en algún momento, habiendo visto partir abuelos, padres, hermanos, tíos, amigos, y en el peor de los casos incluso hijos. Pero la partida de cada ser humano es especial y nos conecta con lo efímero de la vida en este plano.
Personalmente, al igual que le sucede a muchos, la despedida de un ser querido me genera una dualidad de sensaciones, un sabor agridulce.
La dulzura la encuentro en la gratitud con la que conecto por todo lo vivido junto a esa persona y todo lo que me aportó con su presencia y sus actos. También en la alegría por saber que continúa con su proceso evolutivo, habiendo dejado atrás esta etapa, en ocasiones dolorosa. He de reconocer que incluso me genera una cierta envidia sana por todo lo que va a tener la oportunidad de «reencontrar» al regresar a casa.
El sabor amargo está en la pena por la pérdida de su presencia en el día a día, y por el impacto que esa pérdida tenga en las personas más próximas. No debemos olvidar que el sufrimiento y el dolor son de quienes nos quedamos, y no de quien parte.
Hemos de prestar especial atención a ese equilibrio de fuerzas, ya que si el mayor peso está en la parte amarga, es fácil que el dolor por la desaparición en el plano físico de un ser querido nos lleve a generar multitud de memorias que nos acompañarán posteriormente durante años. ¡Cuántos traumas emocionales, bloqueos emocionales, o incluso heridas del alma fueron generados en procesos de duelo mal gestionados!
Contar con una visión de la vida amplia, donde la muerte es tan solo un momento de transición dentro de nuestro proceso evolutivo, nos ayuda enormemente a superar el duelo y a evitar cargas innecesarias durante años. Como también lo hacen el hábito de mirar la vida en positivo, de ponderar siempre lo bueno sobre lo malo, o de confiar en la benevolencia de nuestro destino.
Pasar el duelo es importante, pero afortunadamente puede ser muy rápido y carente de sufrimientos innecesarios. Nuestras creencias determinan nuestro foco y también el modo en el que procesamos estos malos tragos con los que la vida nos sorprende. Eligiendo e interiorizando las creencias adecuadas es como nos liberamos del dolor y el sufrimiento asociados a la pérdida de seres queridos.
Nuestro recorrido en este plano lo hacemos rodeados de personas. Unas cuantas conforman la familia que escogemos antes de nacer, la de sangre. Pero hay otras que conforman la familia que escogemos durante la vida, la “no de sangre”. Jorge formó y formará siempre parte de ese selecto grupo de mi familia “no de sangre”.
Gracias Jorge por tu presencia continuada, por tu apoyo incondicional, por las muchas aventuras compartidas, por tu visión crítica, inconformismo y espíritu de superación, por tu simpatía y buen humor, y sobre todo por tu precioso corazón.
Te echaremos de menos, pero tu esencia continuará entre nosotros… En Vilafranca seguirá haciendo sol y, por supuesto, nunca olvidaremos la diferencia entre una bruja y una hechicera, ¡jajaja!
Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO