Enfadarse es peligroso y tiene consecuencias negativas para quien lo hace. El enfado es un sentimiento que acostumbra a llevarte a reaccionar de forma impulsiva, sin pensar ni razonar las consecuencias.
Cuando el enfado se produce en medio de una discusión, y nos vamos “calentando”, podemos llegar a convertirnos en verdaderos monstruos despiadados, y dejarnos arrastrar por la necesidad de derrotar a nuestro oponente a cualquier precio.
Pero detrás de esta reacción emocional hay efectos mucho más importantes que debemos conocer:
Físicamente el enfado te desgasta y consume tu energía. Al enfadarte, tu organismo produce una mayor cantidad de sustancias químicas, entre ellas la adrenalina y la noradrenalina, que alteran el funcionamiento normal de tu cuerpo, incrementando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la tensión muscular; y reduciendo al mismo tiempo la llegada de oxígeno al cerebro y al estómago.
Contracturas y dolores musculares o de cabeza, insomnio y agotamiento suelen aparecer con frecuencia en personas que se dejan llevar por el enfado, el enojo o la ira. Asimismo la actividad de nuestro sistema inmunitario se reduce sensiblemente, haciéndonos más vulnerables a todo tipo de enfermedades, especialmente gastritis, colitis y dermatitis.
Desde la perspectiva emocional, cuando nos dejamos llevar por las emociones perdemos el control racional, o lo que es lo mismo, damos el control de la situación los otros. Esto nos lleva habitualmente a desarrollar una sensación de incapacidad, impotencia o coraje, que ocasionalmente se junta con la vergüenza y la culpa por el daño físico o emocional causado con nuestra respuesta descontrolada.
A nivel social y familiar, nuestras respuestas pueden condicionar totalmente nuestras relaciones, llevándonos al distanciamiento, y en casos extremos al aislamiento.
Cuando no podemos manejar adecuadamente el coraje, solemos desquitarnos con otras personas, aumentando de ese modo nuestros problemas.
Enfocamos tanto en nuestro malestar y en la causa del mismo, nos impide disfrutar otras situaciones, y lo que es más importante si cabe, nos dificulta el analizar objetivamente la situación y encontrar soluciones adecuadas. Nuestra capacidad racional e intelectual se ve drásticamente reducida.
La aceptación y el amor son los antídotos ideales. Cuando aceptamos y valoramos a los demás tal y como son, sin intentar convertirlos en lo que a nosotros nos gustaría, la tarea de enfadarse se vuelve una quimera.
Personalmente cuando alguien quiere discutir conmigo hago la siguiente reflexión: “Ricardo, ¿qué prefieres, tener razón o ser feliz?”, y afortunadamente siempre elijo lo segundo, de modo que prefiero que el otro se quede con la razón.
Sonríe a la vida y la vida te sonreirá, ama los demás y ellos también te amarán, da todo lo bueno y positivo de ti y eso es lo que atraerás.
Ricardo Eiriz
Creador del Método Integra®