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Yo elijo ser optimista

Uno de los libros que más impacto me generó al leerlo es “La rebelión de Atlas”, de Ayn Rand. Se trata de una novela que muestra de un modo metafórico lo que podría suceder en la sociedad y en el mundo si desapareciera la iniciativa y la motivación individual por prosperar.

Este año 2020 jamás lo olvidaremos. Quedará marcado en nuestras memorias de por vida, condicionando nuestras vidas positiva o negativamente, según lo que cada uno haya guardado a nivel inconsciente de todas estas “novedosas” experiencias que hemos venido viviendo.

Hemos sido testigos, y en muchos casos víctimas, de la magnífica labor de manipulación informativa que en muchos países se está realizando, y cuyo fin no es otro que el llevar a cabo un control mental masivo, conectándonos con el miedo y llevándonos a interiorizar determinadas creencias que nos hacen totalmente vulnerables.

Buena parte de la población ha conectado con el miedo, la ansiedad, la inseguridad y muchas otras emociones que nos convierten en rehenes de nosotros mismos.

A día de hoy, el presente es vivido con miedo y el futuro con gran incertidumbre, ya que las cosas han dejado de ser como eran, muy probablemente para siempre.

Tenemos ante nosotros el que probablemente sea el mayor reto de nuestras vidas: adaptarnos a los cambios de la sociedad en la que hemos vivido hasta ahora y crear nuestra nueva vida.

Muchos hemos cambiado nuestro entorno familiar, en otros es el ámbito profesional el que se ha visto afectado, y por supuesto también el relacional. Pero, sin lugar a dudas, es nuestro mundo interior, el que encierra nuestras creencias más profundas, nuestros miedos, nuestra confianza, etc., es el que más se ha visto afectado.

Hemos visto de frente nuestros miedos más profundos. Hemos puesto a prueba la confianza y seguridad en nosotros mismos. Y también hemos tenido que encontrar recursos internos para no caer en la desesperanza, la impotencia y el desánimo.

Negarnos a aceptar la realidad que tenemos delante nos impide abrirnos a crear nuestra nueva vida con confianza y libertad, nos ancla en un pasado que nunca regresará, y nos conduce directamente a la frustración y desilusión permanentes.

El año 2020 supone también un antes y un después en nuestras libertades. La libertad de expresión, de movimientos, o incluso de decisión sobre nuestros propios cuerpos están sufriendo una erosión continuada.

En muchos países, como es el caso de España, ya no somos libres para expresar públicamente en los medios de comunicación o en las redes sociales información que “no encaja” con el adoctrinamiento al que estamos siendo sometidos. ¡Cuánta similitud con los regímenes dictatoriales y totalitarios!

El mayor peligro del futuro a corto plazo radica en las vacunas, que tan eficientemente han hecho creer a buena parte de la población que es “la esperada y necesaria salvación”, cuando en realidad suponen el mayor peligro sanitario para la población mundial de toda la historia.

La comunidad científica mira con asombro y recelo las múltiples autorizaciones sanitarias que se están otorgando a las vacunas. Se trata de autorizaciones para seguir desarrollándolas, permitiendo que la última fase experimental, la que lleva a investigar los efectos secundarios de las mismas durante años, se realice de forma masiva con la población, y no sólo con voluntarios. De este modo nos están convirtiendo literalmente a todos en ratas de laboratorio de la industria farmacéutica.

El problema es que NADIE asumirá las responsabilidades sobre los efectos nocivos que estas vacunas generen en las personas vacunadas. Al tratarse de vacunas experimentales, tanto la OMS como los propios gobiernos dan por hecho que serán muchos los efectos secundarios, algunos de ellos muy graves. Ahora bien, ni las farmacéuticas, ni la OMS, ni las Agencias del Medicamento de ningún lugar, ni por supuesto los gobiernos de turno que están tomando las decisiones de vacunar masivamente a la población asumirán responsabilidad alguna. Seremos cada uno de nosotros los responsables últimos de lo que nos ocurra.

Si a eso le sumamos que vacunarse no comporta ser inmune, ni dejar de usar mascarilla, ni ahorrarse la realización de test en caso de haber estado en contacto con algún “positivo”, ni …, ¿qué sentido tiene hacerlo?

Tal como nos vienen anunciando, quienes no se vacunen verán más limitados aún sus derechos y libertades, y tendremos que individualmente decidir. Personalmente tengo muy clara mi decisión.

El futuro lo tenemos que crear cada uno de nosotros. Somos libres interiormente para decidir cómo afrontarlo, para informarnos y decidir qué consideramos lo mejor para nosotros mismos y para quienes nos rodean.

No permitas que los miedos de los demás te lleven por delante. Elije las creencias que quieres te guíen en la construcción de tu nueva vida. Apuesta por ti y por todo aquello que te permita crecer interiormente para dar lo mejor de ti mismo en cada instante. Es ahora cuando la creatividad, la confianza en ti mismo, la iniciativa y la determinación son más importantes que nunca.

Con independencia de las circunstancias, estoy seguro que podemos crear un mundo mejor si no nos dejamos llevar por la negatividad, el miedo o el desánimo. Personalmente soy optimista, confío en las personas (aunque no en el sistema), y visualizo una realidad llena de paz, amor y felicidad. Te invito a formar parte de mi realidad.

 

¡FELIZ 2021!

Ricardo Eiriz
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.
Creador del Método INTEGRA®