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Con la excusa de la ciencia nos imponen un dogma de fe

La ciencia está de moda. Por desgracia, hoy en día todos los políticos se llenan la boca de “la palabra” ciencia para justificar sus decisiones, cuando en reali-dad deberían utilizar otra expresión: “por mis creencias ideológicas”.

Los científicos han sido degradados a tal nivel que se les ignora totalmente, no conformando ni siquiera los comités de expertos que supuestamente asesoran a los políticos. Comités que, dicho sea de paso, están conformados por fun-cionarios, tecnócratas y cómo no, políticos.

Los verificadores de la verdad, o lo que es lo mismo, la censura de toda la vida en los regímenes dictatoriales, están compuestos por personas afines a la ideología gobernante y deciden qué es verdad y qué no lo es. Se dedican a desacreditar indiscriminadamente cualquier información no alineada con el régimen, sea cual sea la fuente y el contenido, incluso aquellas que provienen de figuras tan respetadas antaño como científicos galardonados con el premio nobel.

Los políticos han puesto de moda la ciencia, lo que supone un peligro enorme para la propia ciencia, que puede llegar a ser ignorada y despreciada por bue-na parte de la población, al perder la utilidad que realmente tenía. Si demostrar algo científicamente, tal como está sucediendo en la actualidad con cientos de estudios que demuestran cosas totalmente distintas a la narrativa oficial, no sirve de nada, y dichas investigaciones son despreciadas, ignoradas y tacha-das de “no ciencia”, ¿para qué investigar?, que nos digan lo que debemos creer, y basta.

Las cosas no funcionan porque la ciencia lo diga, sino porque funcionan, y la ciencia va siempre detrás, intentando justificar lo que se observa en nuestra realidad. La ciencia siempre busca demostrar cosas que no han sido demos-tradas previamente, llegando en ocasiones a demostrar que la “ciencia previa” estaba equivocada. ¿Y eso por qué sucede? Pues porque en realidad se tra-baja en base a hipótesis razonables extraídas de las conclusiones de los estu-dios, y claro, cuando después se hacen otros estudios que demuestran algo distinto, que es lo habitual, esas hipótesis razonables se vienen al suelo.

Hoy por hoy, la ciencia está prostituida. Como es lógico, para investigar se ne-cesitan recursos económicos, y quien decide lo que se investiga es quien po-ne el dinero. Esto ha sido así toda la vida. El principal problema reside en que hace ya varias décadas, la mayor parte de la investigación a nivel mundial, tanto en los centros de investigación públicos como privados, así como en los medios “oficiales” de comunicación de dichas investigaciones, está financiada por las mismas organizaciones, especialmente en el ámbito de la salud, siendo pocos y con escasos recursos, los investigadores realmente independientes, que no dependen económicamente de quienes mueven los hilos de “la cien-cia”.

Pero el mayor problema no reside en esa limitación de recursos y falta de in-dependencia de los investigadores, sino en la toma de decisiones por parte de los políticos en temas que atañen a la salud individual de las personas sobre la base únicamente de una doctrina científica, que dicho sea de paso presenta múltiples lagunas.

Dejando a un lado las razones que los mueven, es preocupante que esos polí-ticos estén tomando decisiones supuestamente basadas en la ciencia, saltán-dose todos los protocolos de seguridad y controles científicos que han regido hasta la llegada de la “Pandemia”. Pero lo cierto es que sería estúpido esperar otra cosa, son políticos, y están acostumbrados a actuar de ese modo, igno-rando los argumentos y posiciones contrarias a su ideología.

Una parte de la ciencia está siendo utilizada como dogma de fe, y en base a esa ideología se están tomando decisiones que afectan a toda la sociedad. ¡Cuánto me recuerda esto a lo que sucedió con los judíos en la época de Hitler!

Supuestamente, en las sociedades más desarrolladas nos preocupaba el trato recibido por algunas minorías, que eran consideradas en riesgo de exclusión social, como los inmigrantes, los disminuidos psíquicos, los desempleados por encima de los 55 años, etc. Pues bien, lo que está sucediendo en la actuali-dad con los “nuevos judíos” (aquellos que eligen no vacunarse) es una priva-ción de libertades y una discriminación en toda regla, y va en camino de con-vertirse en un crimen contra la humanidad por el que quizás algunos serán juzgados en el futuro, igual que lo fueron los nazis.
¡Pongamos cada uno nuestro granito de arena para que todo esto se detenga a tiempo!

 

Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO