El año 2020 supuso el inicio de una etapa de transformación planetaria sin igual. Los cimientos que sustentaban nuestra vida en este planeta saltaron por los aires. El ya casi olvidado estado del bienestar, del que tan orgullosos estábamos en algunas regiones del mundo, está desapareciendo a marchas forzadas.
Nuestras libertades fueron arrebatadas sin más. Libertad de opinión, libertad de movimientos, libertad para trabajar, libertad para juntarte con tus amigos, libertad para decidir los tratamientos médicos que recibes, libertad, libertad, libertad… ¿dónde ha quedado la libertad?
Nuestra salud pasó a ser propiedad de políticos y corporaciones, y nuestra economía personal fue limitada sin pudor, al tiempo que los impuestos fueron incrementados sin vergüenza.
Se nos ha llevado a creer que el prójimo, ya sea nuestro propio hermano, nuestro vecino o un desconocido que nos cruzamos por la calle, es una amenaza para nuestra salud y nuestra vida. Hasta el punto de que se está creando una división social entre quienes aceptan recibir un tratamiento médico experimental y quienes eligen no recibirlo. ¿Hasta dónde llegará la discriminación de los que rechacen dicho tratamiento? La respuesta no tardará en llegar.
Adiós a los abrazos, a los besos, a saludarnos dándonos la mano, a sonreír a quienes nos cruzamos por la calle, adiós a buena parte de lo que nos hacía realmente humanos.
Estamos viviendo momentos de transformación profunda en este planeta, o lo que es lo mismo, estamos ante una crisis global en la que hemos de definir nuestro nuevo lugar.
Ante este panorama es fácil caer en el miedo, la inseguridad, la incertidumbre, la apatía, la desesperación, la tristeza, la frustración, la preocupación, el sufrimiento, la impotencia, el rechazo, la insatisfacción, la ansiedad, el desconsuelo, la indecisión, y por supuesto el estrés. Cualquiera de estas emociones nos conecta con la peor versión de nosotros mismos, y nos impide asumir las riendas de nuestra vida con ilusión, confianza y esperanza.
Es en los momentos de crisis cuando más necesitamos hacer uso de todo nuestro potencial. Negar la realidad nos mantiene atados de pies y manos, y nos impide superar las dificultades y fijar nuestra mirada en el sol que asoma por el horizonte.
Cuando somos conscientes de que todos y cada uno de nosotros estamos aquí por alguna razón, y no por casualidad, y elegimos fijar nuestra atención en ese propósito de vida con el que venimos, somos capaces de levantar la mirada más allá de nuestros pies.
Es en ese momento, cuando identificamos nuestro propósito, que ponemos nuestro foco de atención en el horizonte por el que se desarrolla nuestro Plan de vida, lo que nos lleva a conectar con nuestra grandeza interior, y a sentirnos plenos incluso en los momentos más difíciles.
La confianza en ti mismo para construir la realidad que deseas. El valor para llevarlo a cabo cuando tú decidas. La ilusión para mantener siempre esa chispa que te lleva a creer que es posible crear un mundo mejor. La determinación para superar cualquier dificultad que se presente por el camino. La constancia para avanzar sin dejarte vencer por el cansancio. El criterio propio para buscar siempre opciones incluso donde la mayoría piensa que no las hay. Estas y muchas otras cualidades están dentro de ti. No renuncies a ellas, y mucho menos en este momento de la historia.
Ricardo Eiriz
Creador de Método INTEGRA.
Embajador de la Paz y la Buena Voluntad de San Cristóbal de las Casas (Chiapas, México) ante la UNESCO.